Hace
unos días escuché al Papa Francisco por televisión en una de sus prédicas. Me
interesó una frase que dijo: “la
política es la más alta actividad de la caridad”. Por supuesto, esa sería
la verdadera política, la del arte de hacer el bien a miles y millones,
elaborando bases sólidas para el progreso en todo sentido, contemplando todas
las necesidades del ser humano. “La política” se debe ejercer por amor al
pueblo y quien la ejerce así busca todos los métodos y móviles posibles para
favorecer la vida de las personas en todas las áreas. La verdadera política es
servicio puro, y demanda de quienes la ejercen entrega total de su propia vida
por el bien de toda la sociedad. Así, la política, entendida como el Papa dice,
es un apostolado, implicando sacrificio del sí mismo por los demás. Quienes la
saben ejercer con altura, son almas maduras, que ya no buscan el provecho
propio y no se sienten heridos permanentemente con las críticas, porque saben
superar las tretas del yo inferior. Un buen político es un ser humano entero,
que posee amor en su corazón e inteligencia para obrar, siempre pensando en el
bien de los demás.
Pero esa actividad sagrada que es la
política y que da mucho poder al que llega a puestos de gobierno, ha sido
manoseada y desvirtuada, muchas veces y en todos los países, por personas que
buscan beneficiarse a sí mismas y no a los demás. Usan ese poder, el político,
que los coloca en puestos de gobierno y allí los mantiene por determinado
tiempo, para “succionar” del pueblo las riquezas. Su labor no es servir, aunque
de sus labios salen todo tipo de promesas y mentiras que los muestre como
‘servidores’, pero lejos de ser así, estas personas (aunque se podría dudar que
lo sean realmente…) son entidades egoístas, anticrísticas, que con tal de
obtener poder y una vida a sus anchas…, no les importa dejar en su camino un
tendal de humanos sufrientes, sin trabajo, sin posibilidades de educación, sin
oportunidades para el progreso, enfermos sin atención adecuada, niños
desnutridos sin horizonte, un pueblo sin esperanzas, y en muchos casos muertes
de a miles por guerras que son ‘un negocio conveniente’ para estos señores del
odio…
Con la política se puede realizar el
más alto grado de caridad al emplear el poder ejecutivo y administrativo para
realizar el bien, sí…, pero también se puede destruir un país entero cuando el
pueblo “no abre los ojos” y, estando ciego, permite que el poder oscuro y siniestro ocupe
los cargos de gobierno. Los cargos ejecutivos y legislativos en la dirección de
un país deberían ser ocupados solo por individuos con valores éticos y vocación
de servicio.
El
despertar de la conciencia, que permite “ver” y elegir correctamente, es un
largo proceso, y parece ser que, al menos una buena parte de la humanidad, aún
duerme…